Corre el año de 1935, el padre de Lydia Grace ha perdido su empleo y ella debe ir a vivir con su tío Jim, un taciturno panadero, en la ciudad. En sus cartas a casa Lydia cuenta cómo, en las jardineras de la ventanas, en viejos potes y tazas de café rotas, siembra las semillas que le manda su abuela. Al llegar la primavera, las flores de Lydia despiertan las sonrisas de los clientes. Pero, para esa sonrisa que ella más desea, la del tío Jim, tiene lista su obra maestra.