martes, 23 de marzo de 2021

VERGÜENZA Y LA INSEGURIDAD

 

                                   La vergüenza


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Vimos en la sesión anterior, al trabajar el remordimiento y la culpa, que cuando somos conscientes de que hemos cometido una falta, podemos experimentar vergüenza. También la podemos sentir cuando creemos que se van a burlar de nosotros. O cuando una situación es nueva, cuando nos sentimos expuestos, observados o que están pendientes de nosotros.

La vergüenza aparece por sorpresa, y suele ser bastante indiscreta, ya que tiene la manía de decirles a los demás que somos conscientes de que la sentimos: hace que nuestro rostro se enrojezca. Además, suelen ser usuales otros signos corporales: vista caída, cabeza baja... Y que los demás sepan que estamos avergonzados, puede provocarnos, además, inseguridad.

También podemos sentir vergüenza por lo que hace otra persona. Es lo que llamamos vergüenza ajena. Como cuando los papás o hermanos mayores sienten vergüenza por una rabieta que está montando en público el pequeño de la casa. ¡Y cuanto más nos miran, más vergüenza!

Al contrario que el remordimiento, que es un sentimiento interno que nos genera malestar cuando hacemos algo mal, la vergüenza se refiere a los demás, su carácter social es patente, ya que sentimos vergüenza ante la exposición delante de otros. Si robo una canica a un compañero, sentiré remordimiento, pero si me descubren y me llaman la atención por la falta cometida, además sentiré vergüenza.

Por otra parte, la desvergüenza sería la "falta de vergüenza", y lo pongo entre comillas porque habitualmente los términos "desvergonzado" o "sinvergüenza" se emplean para designar a personas que hacen alguna insolencia, que son descaradas o maleducadas.






                                    LA INSEGURIDAD



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La inseguridad es una falta de confianza, puede ser en nosotros mismos (es en esta en la que yo me quise centrar durante la sesión) o en los demás. Y que cuando sientes inseguridad, adoptas mecanismos para defenderte. Si, por ejemplo, no confías en otra persona, tenderás a evitarla para protegerte. En cambio, si no confías en ti mismo y en tus posibilidades, puedes reaccionar de múltiples maneras. Una forma muy típica es actuar con timidez o aislarte. Otra, que a veces cuesta identificar en los demás, es actuar con arrogancia, superioridad o agresividad para enmascarar lo que en realidad hay detrás, que es una enorme inseguridad. Mis alumnos me miraron con cara rara, y es que son muy pequeños, pero cuando puse varios ejemplos de actitudes arrogantes, además de morirse de la risa, entendieron un poco mejor de qué estaba hablando. ¡No hay que fiarse de las apariencias! Y es que el mundo está lleno de personas que enmascaran su falta de seguridad con este tipo de actitudes.

La inseguridad emocional puede darse en multitud de situaciones y contextos, pero el elemento común es una sensación de malestar que se genera por la percepción de que uno mismo es vulnerable.

Hay que diferenciar la inseguridad dada por un momento o situación determinada (como cuando te enfrentas a una situación nueva) o aquella que se manifiesta de una forma casi constante y persistente en el tiempo, formando parte de los rasgos de la personalidad.

Las personas inseguras no tienen confianza en su valía y en sus capacidades. No hay que confundirlo con las personas que son conscientes de sus limitaciones y defectos, pero que mantienen la confianza en sí mismos. La persona insegura no tiene una imagen real de sí misma, autodevalúa subjetivamente su propia capacidad.

Por otro lado, la inseguridad también se puede evitar o superar, y de esto sí hablamos en clase.

No tener miedo a los errores. Equivocarse forma parte del aprendizaje. Sólo hay que aprender de ellos y seguir avanzando.
Pensar en positivo. A la hora de tomar una decisión, hay que seguir la propia intuición y hacer lo que creemos que es mejor, pensando siempre que es la mejor opción. Y si nos equivocamos, ¡volvemos al punto 1! ¡Lo volvemos a intentar, no pasa nada!
Analizar todo lo que hemos conseguido. ¿Cuántas cosas hemos logrado por nosotros mismos? ¡Venga, vamos a hacer memoria! ¡Seguro que muchísimas! ¿Hacemos una lista? ¡Seguro que es una inyección de autoestima!
Marcarnos pequeños objetivos, que sean realistas. Pasito a pasito, lo importante es ir avanzando. Ponernos una meta muy alta puede hacer que nos sintamos frustrados y que pensemos que no podremos conseguirlo, incluso antes de empezar. Mejor objetivos más rápidos y fáciles de conseguir, y cuando lo alcancemos ¡a por otro! ¡Eso sí que anima!
Hacer una lista de nuestras cualidades. ¿Cuáles son nuestros puntos fuertes? ¿Qué se nos da bien? Seguro que muchas más cosas de las que pensamos. Otra opción es que los otros nos hagan esa lista. Nosotros en clase hicimos la actividad ¿Cómo nos ven los demás? intentando ir en esta línea. ¿Estamos teniendo una percepción real de nosotros mismos o nos estamos subestimando?


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